DAR TESTIMONIO DEL EVANGELIO

Con el don de maestro que tenía el doctor Gustavo Parajón, nos explicaba los acontecimientos previos a la crucifixión de Jesús, durante lo que se ha llamado la Semana Mayor. Fue la última semana que estuvo con sus seguidores. Primero se dio la entrada a Jerusalén; le siguió el rechazo de los líderes religiosos a él y su mensaje; hasta culminar con los juicios, la tortura, y finalmente su muerte; la que concluyó en su resurrección, que es la base de nuestra fe, y la esperanza de todo y toda creyente.

El doctor Parajón analizaba que para los que esperaban a Jesús en su entrada a Jerusalén, la profecía de Zacarías debió ser muy impactante. Se refería a aquel anuncio que dice: “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Él destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; los arcos de guerra serán quebrados, y proclamará la paz a las naciones. Su señorío será de mar a mar, desde el río hasta los confines de la tierra”. En efecto, se trata de un mensaje de esperanza para el pueblo judío que había regresado del exilio. Resulta interesante el contraste: Los asirios, los babilonios, y Alejandro Magno entraban a las tierras conquistadas, con pompa enseñando su poderío físico y militar como prepotentes y poderosos que eran; en cambio, este rey mesiánico entrará a la ciudad, humildemente sobre un pollino. Su reinado estará basado únicamente en la bondad del Señor.

A pesar del sufrimiento que le esperaba, Jesús irá siempre adelante. Nos señala el Dr. Parajón, que siendo el rey mesiánico desencadenará desde la entrada a Jerusalén una serie de acontecimientos que “llevarán a la salvación de la humanidad, a la resurrección poderosa de Jesús; al fundamento de esa esperanza viva e incólume que todos tenemos por la resurrección de Jesús, nuestro Señor, nuestro Salvador.” Su obediencia, el amor a su Padre, el amor hacia nosotros lo hizo cumplir y llegar hasta el final. El costo fue sumamente alto. Entonces, aquí nuestro amado doctor Parajón propone una interrogante: ¿qué le vamos a dar nosotros? Y él mismo, categóricamente, nos da la respuesta: “La única cosa que le podemos dar y que él se agrada es nuestra vida, nuestro ser, nuestras fuerzas, para llevar a cabo el mandamiento y la misión que él nos ha encargado, nos ha dicho a todos nosotros.” De esta manera, igual que Pablo, podremos decir: “Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” Amén.

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