Un mensaje a tono con estas fechas en que se nos anima a reflexionar acerca del significado de la navidad, lo encontramos en nuestros archivos. El mensaje es del doctor Gustavo Parajón, quien desde su magisterio cristiano hacía el llamado de la siguiente manera: “En este mes de diciembre nosotros, como iglesia, queremos programar y proclamar la extraordinaria acción: que la Palabra se hizo hombre, y vivió entre nosotros lleno de generoso amor y verdad. Igualmente, queremos proclamar que a los que vinieron a él y lo aceptaron, como Señor y Salvador, les dio el derecho de ser hijos e hijas de Dios: esta es la navidad, y esto es lo que celebramos en esta época. ¿Que no nació Jesús el veinticinco de diciembre?, es lo más probable; pero que Jesús nació, se hizo hombre y vivió entre la humanidad, es una verdad incontrovertible. Toda esta época debemos aprovecharla para reflexionar sobre el significado del nacimiento de Jesús y de la conversión a él, que todos necesitamos”.
Pero también su llamamiento va dirigido al tema del consumismo; en vista que en esta temporada los anuncios publicitarios arremeten con fuerza, perdiéndose el verdadero sentido navideño: “No nos dejemos llevar, hermanas y hermanos, por el consumismo y por las tradiciones que hacen de la navidad algo totalmente extraño y alejado de la buena noticia. Celebremos con gratitud el gran amor de Dios hacia nosotros y demos al Señor el mejor regalo que él desea y que nosotros le podemos entregar: nuestro ser, nuestra vida, nuestras energías, nuestros dones. El nacimiento de este niño nos ha hecho ver esa gran luz; y nosotros que morábamos en la tierra de sombra, de muerte, luz nos ha resplandecido sobre nosotros. (…) ‘Fecundo misterio, Dios ha nacido. Todo el que nace, padece y muere’. La navidad es este fecundo misterio, como lo llama don Miguel de Unamuno. Y verdaderamente su pueblo debía de agradecerle profundamente a Dios, porque la Palabra se hizo hombre, y vivió entre nosotros lleno de generoso amor y verdad.”
Al final de su prédica, el doctor Parajón, eleva una plegaria al Señor: “Nuestro corazón, Padre, rebosa de alegría por el nacimiento de Jesús. Y queremos agradecerte profundamente por esa bendición, la cual no podemos describir con las palabras que le hagan justicia. Te queremos agradecer que aunque nuestros pecados eran grandes y enormes, tú, a través de la sangre de Cristo, tu hijo, nos has perdonado. (…) Gracias por el ministerio de Jesús, por lo que él significa”. Amén.