Las altas concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, producidas sobretodo por los países industrializados; originarán en este siglo olas de calor y lluvias torrenciales extremas. Algunas especies se adaptarán al nuevo clima, otras tendrán que migrar hacia regiones con climas adecuados, y otras desaparecerán. Hace 55 millones de años las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera eran similares a las actuales. El Ártico no tenía hielo en verano, como tampoco lo habrá en los próximos años; según los expertos. En aquel entonces era tanto el calor en las zonas cercanas al Ártico, que estaban habitadas por palmeras y caimanes.
Ahmed Djoghlaf, experto en diversidad biológica de la ONU, declaraba que: “Estamos experimentando la mayor ola de extinciones después de la desaparición de los dinosaurios. Cada hora, tres especies desaparecen. Cada día, más de 150 especies se pierden. Cada año, entre 18.000 y 55.000 especies se convierten en extintas”. Y si consideramos la destrucción que pueden producir las armas químicas, bacteriológicas, electromagnéticas y todas las que causan exterminio; estamos, como reflexionaba Fidel Castro: en un momento histórico en el que “Por primera vez, la especie humana, en un mundo globalizado y repleto de contradicciones, ha creado la capacidad de destruirse a sí misma. (…)De una cosa podemos estar seguros, a partir de todos los conceptos hoy conocidos: la estrella más próxima está a cuatro años luz de nuestro Sol, a una velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Una nave espacial tal vez recorra esa distancia en miles de años. El ser humano no tiene otra alternativa que vivir en este planeta”.
Al final, sólo nos queda reconocer que el hombre, dotado de una inteligencia única, es capaz de evitar aniquilarse a sí mismo; en eso consiste hoy más que nunca su condición de animal superior.
ROLANDO ESCOBAR
