Entre los que tuvimos el privilegio de participar en la Cruzada Nacional de Alfabetización "Héroes y Mártires por la Liberación de Nicaragua", entendíamos aquella jornada como un proceso de aprendizaje de doble vía: nosotros enseñaríamos a leer y escribir a los campesinos y ellos nos transmitirían sus experiencias y sabiduría heredada de sus antepasados.
1979: El padre Fernando Cardenal, a raíz del triunfo de la revolución sandinista, rechazaba el cargo que se le había asignado: embajador de Nicaragua en Washington, ya que según sus propias declaraciones, prefería quedarse al lado de su pueblo, razón por la cual la dirección nacional del Frente Sandinista le encargó para 1980 hacerse responsable de aquel ejército formidable de 100 mil integrantes, lleno de juventud y muchísima voluntad.
El alfabetizador o alfabetizadora, específicamente del Ejército Popular de Alfabetización (EPA), acumuló vivencias que lo transformarían radicalmente, cada uno desde su perspectiva, pero todos experimentando con gran intensidad el darse a los demás. Aprendimos de la naturaleza, que merece ser respetada porque los ríos nos regalaron la pureza de sus aguas y los frondosos árboles nos acogieron con sus sombras. Ni hablar de las hazañas de las cuales nuestros padres ni nosotros jamás imaginamos seríamos capaces de realizar: montar a caballo a todo galope, enfrentarnos a culebras venenosas, cruzar con el agua al cuello por ríos crecidos, ordeñar vacas, preparar la tierra para la siembra, cosechar los productos que serían alimentos, rajar leña con el hacha, etcétera.
Cinco meses bien vividos fueron los de la cruzada de alfabetización, desarrollando una hermandad a toda prueba; con la satisfacción de haber cumplido la misión encomendada: “Y también enséñenles a leer”. Ahora ellos podían leer, que es también poder ver. Y nosotros nos promovíamos en la escuela de la vida. Y éramos chavalos con poco más de quince años que despertábamos a la sensibilidad humana.
Dr. Rolando Escobar – ASÍ PENSAMOS